jueves, 14 de junio de 2007

Más allá de Albert Rivera, sí hay futuro

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“Albert Rivera se representa a sí mismo”, esta frase pronunciada por uno de los primeros militantes de Ciutadans, resume la personalidad del nuevo político. Así comienza el capítulo que Alex Sàlmon le dedica al presidente de nuestro partido en su último libro: “El Enigma Ciutadans. Un misterio político al descubierto”.

Es una buena descripción del carismático number one de Ciutadans, el niño prodigio de la política española, abogado formado en el ESADE, con master, y postgrado en Derecho Constitucional, habitual de los campeonatos de debate y oratoria de la Universidad de Barcelona (con 23 años, yo me dedicaba a otras cosas en la Universidad).

Que con sus pocos años se dedica a recorrer los partidos políticos (práctica extraordinariamente infrecuente en los jóvenes españoles, salvo que tengan intención de medrar en política) para ver en cual puede encajar mejor –el díce que a ver cual es el que más le interesa-. Así recala en las Nuevas Generaciones del PP, solicitando información, según su descripción de los hechos, aunque los miembros de la agrupación de jóvenes del PP hablan de afiliación.

Sin embargo, la despolarizada ubicación política del presidente de Ciutadans, se puede extraer de sus mismas palabras, descritas por Sàlmon:

“Siempre me he sentido más cercano a los valores que representa el PSC, los de la izquierda. Pero desde hacía tiempo tampoco me representaban. Los veía trasnochados demasiado aparato. Cuando el PP hizo su giro centrista, me pareció bien. Piqué me gustaba. No tenía nada que ver con la línea moral conservadora. Además yo también me siento liberal, si bien desde un punto de vista político, no económico. Pero llegó un momento en que me sentí huérfano, ningún partido me representaba”

Con esta descripción se podría ser de cualquier partido político, incluso nacionalista, porque como se puede observa ni una sola referencia a uno de los motivos fundamentales de Ciutadans: la lucha contra el nacionalismo.

Albert se desnuda (mostrar el cuerpo y ocultar las intenciones)

Quizás el mayor mérito político de nuestro presidente, haya sido posar desnudo con las manos ocultando “sus vergüenzas” en el cartel electoral que promocionó nuestro partido en la última campaña electoral de Cataluña, en la que se obtuvo representación parlamentaria con tres diputados: el propio Rivera, Antonio Robles (también Secretario General) y Pepe Domingo.

Eran los tiempos de “toma 3 TV3” que denunciaba la ocultación mediática de nuestra opción política en el ámbito catalán. La euforia había llegado a Ciutadans, que entonces contaba con el colectivo de militantes más entusiasta de la política española. Lo más difícil se había conseguido: la existencia política de Ciutadans. Noventa mil catalanes lo habían hecho posible.

Tras el extraordinario triunfo electoral, llegaba la etapa más importante de Ciutadans, la de su consolidación como partido y la de su expansión por el territorio nacional, que venía determinada por la decisión asamblearia del Congreso Fundacional de Bellaterra, del que por cierto han desaparecido las actas, y tras once meses, se siguen reclamando por los militantes en los foros del partido.

Surgen los primeros problemas: no hay transparencia

Las primeras protestas sobre lo que se estaba haciendo en Ciutadans, se produjeron entre los militantes, cuando se decidió por parte de la dirección del partido restringir la expansión del mismo exclusivamente a Cataluña (y aún en ese caso con cuentagotas), contraviniendo las decisiones congresuales.

Alguien estaba interesado en realizar la consolidación exclusivamente en el ámbito catalán, dejando la mayoría de las delegaciones ya formadas congeladas en sus afiliaciones (Madrid, Valencia, Andalucía, Aragón, Baleares, Murcia, Castilla León, y Galicia).

Los motivos que se argumentaron fueron precisamente impedir la presencia de gente de otros partidos, que organizados o por libre, se infiltraran en nuestro partido para hacerse con el poder. La razón auténtica, que los dirigentes querían consolidar su posición política en el partido con incorporaciones de su total confianza.

Aquí comenzaron las primeras deserciones del proyecto. El caso de Madrid fue singular, el coordinador de la agrupación madrileña, Juan José Areta, fue uno de los primeros en irse, escribiendo varias cartas expresando lo que se estaba haciendo en el partido.

Al final, a pesar de los cuatrocientos militantes afiliados en Madrid, la dirección sugirió que no se presentara candidatura en la capital, y la asamblea aceptó por votación su propuesta, con ingenuidad beatífica, concedían a Presidente y Secretario la consolidación del partido a su medida, o mejor dicho, a la medida de sus intereses personales. Los de Albert Rivera, y los de Antonio Robles, que precisamente no eran los mismos.

Albert Rivera, ¿por qué nos has traicionado?

Tras esta breve descripción de lo ocurrido en Ciutadans, quiero volver sobre la figura de nuestro presidente Albert Rivera, auténtico motivo de este artículo.

Albert Rivera es joven, pero no inexperto, lleva preparándose a lo largo de su corta vida para ser lo que es, un líder político, y realmente hoy tengo la certeza de que como buen jugador profesional los colores del equipo que defienda, no le importan tanto como la cuenta de resultados personales, no solo económicos, sino promocionales.

Es cierto que Albert Rivera se representa a sí mismo, exclusivamente a sí mismo, y lo ha demostrado irrefutablemente al rodearse de un coro festivo y adulador, del que forman parte desde miembros de partidos políticos latino americanos, hasta personajes más propios de un thriller político-mafioso de los años sesenta. La corte del faraón, que le ha mantenido a distancia de todos sus compañeros, posiblemente por su voluntad (no se ha conocido iniciativa contraria).

El presidente de Ciudadanos ha mentido a la prensa, a los militantes y a los ciudadanos. Primero diciendo que no sabía nada de su relación con el PP, segundo diciendo que el secretario general no había dimitido, tercero manifestando que en el partido no había crisis política, cuarto negando conocer al coordinador de la federación resto de España, Juan Francisco de la Torre, que recientemente se ha ido del partido tras haber recibido numerosas presiones, y según dice en su carta despedida: “antes de volverse paranoico con las cosas que le estaban ocurriendo en su teléfono”. Hay otras muchas mentiras, pero con estas demostrables es suficiente, para determinar su rango moral.

El presidente de Ciutadans, Albert Rivera, acompañado del secretario general, Antonio Robles (otro mentiroso compulsivo, que además va de vícitima), junto con sus camarillas personales, son los máximos responsables de las irregularidades e ilegalidades que se describen a continuación:

Impedir que la democracia haya germinado en este partido.

Conculcar la libertad de expresión de sus compañeros, expulsando ilegalmente a varias decenas. Apartando a los que han protestado.

Restringir la expansión del partido al ámbito nacional (que era un mandato de Congreso), para afianzarse personalmente en el partido.

Incorporar a gente del PSC, de CIU, y del PP a las listas electorales, por motivos nunca explicados a los militantes, en alguna ocasión, desplazando a los propios militantes del partido como iba a ocurrir en Ripollet y ocurrió en Cerdanyola.

Convertir a nuestro partido político, Ciutadans, en lo que lamentablemente queda hoy, un proyecto inviable.

Mantener posiciones políticas ambiguas en los temas más importantes de la política española en los últimos meses.

Ejercer una oposición al nacionalismo catalán y a otros nacionalismos, absolutamente vacía de contenidos y contundencia, más propia de una asociación de vecinos que de un partido político que se proclama contra el nacionalismo.

No explicar absolutamente nada sobre la financiación del partido, y eso que se han solicitado en varias ocasiones los balances económicos. Alguien se está haciendo el renuente.

En fin, han sido responsables de no haber organizado este partido, de no permitir la participación de los militantes en los programas políticos y de faltarles al respeto de forma permanente, considerándonos comparsas de su juego personal y sus intereses.


No sigáis engañándoos, queridos Ciutadans, Albert Rivera no es joven, nunca lo ha sido; nuestro presidente es un auténtico político profesional, eso sí, con pocos años, pero no por ello menos profesional; no es un ciudadano como todos nosotros. Ni siente como un ciudadano, ni piensa como un ciudadano, ni se comporta, ni actúa como un ciudadano. Es definitivamente un político, y nosotros somos ciudadanos.

Albert Rivera es precisamente un ejemplo representativo de lo que debemos erradicar de la política española, junto con Antonio Robles, son los principales escollos que nos separan de un futuro político que supere todo lo que ha ocurrido, el desastre organizativo, la debacle electoral en las municipales, los hábitos totalitarios, la miseria de los personalismos.

Con ellos, jamás llegaremos a ningún sitio, porque si se quedan solo se quedarán los suyos a su lado, y eso ya no será Ciutadans, el del Tívoli, el de la ilusión, el del sueño de ver en este país de una puñetera vez que las cosas pueden ser diferentes, peores para los políticos (sobretodo si son nacionalistas) y mejores para los ciudadanos (sobretodo si residen en autonomías sometidas por el nacionalismo).

¡Endevant Ciutadans!

Ciudadano Ubú
Uno más de la corriente zanahoria