miércoles, 13 de junio de 2007

Ciutadans 2.0: una alternativa de futuro

Un año no es suficiente tiempo para evaluar el porvenir de una ideología política, pero si lo es para determinar su posibilidad real de implantación en la sociedad española. La exposición a la realidad de las urnas nos ha mostrado que Ciutadans puede seguir adelante solo de una forma, corrigiendo los errores cometidos.

Me disponía a realizar un nuevo análisis crítico sobre los errores cometidos en nuestro partido, pero lo he pensado mejor, sería un atentado contra los militantes y nada más lejos de mi voluntad; trataré por tanto de hacer un discurso positivo, por una vez. Sobre los errores cometidos se ha escrito ya demasiado, pero no parece haber sido suficiente, porque no dejan de cometerse. ¡Qué obstinados son algunos!

Lo que sí haré será ofrecer un diagnóstico de la situación actual de Ciutadans, para ofrecer posteriormente algunas alternativas de solución, de las que estamos tan necesitados.

El partido está destrozado, el proyecto sigue vivo, así como la necesidad de su existencia y la demanda social de sus ofertas políticas. El mensajero agoniza, pero el mensaje permanece. No debemos ocuparnos más de los actuales mensajeros, y debemos empezar a pensar en el futuro. Descontemos el pasado de una vez, o no podremos seguir adelante si nos quedamos hipnotizados por la debacle organizada por tantos errores cometidos

¿Qué futuro queremos para Ciutadans?

La inmensa mayoría de los militantes queremos un partido no convencional, una organización política en la que sea posible el funcionamiento democrático y transparente. Con los criterios que permitan asegurar un funcionamiento óptimo de las reglas de relación e intercambio entre todos los militantes, en pie de igualdad permanente.

Todos los ciudadanos somos iguales, desde el presidente hasta el último militante que se acabe de incorporar. Sin embargo, se ha demostrado que la dirección de este partido nos ha tratado como una masa humana, sin respetar los criterios de los militantes, cargándose cualquier confianza existente en la bondad de la dirección del partido.

Queremos un partido plural, en el que quepan todas las alternativas a la izquierda y la derecha del espectro ideológico presente en este país. No queremos un partido sectario, ni con grupos organizados que actúen como “lobbys”. Hay que romper la inercia del amiguismo, y las corruptelas de los insensatos que se consideran a sí mismos como imprescindibles e insustituibles.

¿Como se puede aceptar que ni el presidente, ni el secretario del partido no hayan entrado ¡ni una sola vez! a debatir, a comunicarse con sus compañeros, en los foros del partido?. Que magnífico desprecio por aquellos que les han ayudado a elevarse a la posición que han demostrado de forma irrefutable que no se merecen.

Un partido político en el que la libertad sea plena, solo la democracia (la decisión de la mayoría) o la justicia (los Estatutos), pueden establecer límites a la libertad en nuestro partido. Nadie debe tener poder para decidir por todos como ha ocurrido hasta ahora, con un consejo ejecutivo que solo es capaz de entonar la voz de su amo.

Anhelamos un partido beligerante contra el nacionalismo, que solo es una forma de sectarismo asociado a la tierra, para inventar una cultura por medio de una lengua o la exaltación selectiva de las costumbres. Su única finalidad es crear una seleccionada casta de beneficiarios, y una masa ingente de perjudicados, excluidos de la igualdad de oportunidades y sometidos a la dictadura de la imposición.

Queremos un partido de ámbito nacional, que se expanda en la medida de sus posibilidades y no en relación a los intereses de algunos, que utilizan sus puestos en la dirección, para implantar sus proyectos personales.

¿Pero quién ha sido el “cerebro” que ha pensado que los militantes que se afilian a un partido, cuyo objetivo prioritario es luchar contra los vicios que los demás partidos han implantado en la cultura política española, van a permitir que en su propio partido se produzca una réplica del maltrato permanente a los ciudadanos?. Ciudadanos no puede ser un partido político al uso, porque no tiene sentido.

Queremos un partido abierto a la sociedad, que se mezcle con los ciudadanos. Sus causas son nuestros objetivos, sus aspiraciones las nuestras. Debemos superar la mediocridad existente, generando expectativas de que la política se puede practicar de una forma diferente.

Los ciudadanos deben vernos como iguales, próximos, y que exclusivamente tienen sus mismos intereses. Debemos seguir siendo Ciudadanos, nunca políticos convencionales, como han sido hasta ahora nuestros dirigentes.

Hamlet en el Congreso

Queremos Ciutadans 2.0, la versión 1.0 era tan solo un partido de prueba, una simulación, para evaluar los problemas que podían presentarse. Una vez corregidos en el próximo congreso, estaremos en condiciones de tener un partido consolidado, más allá del diseño voluntarioso y las estridencias personalistas.

El 1 de julio va a ser un gran día para nuestro partido, los afiliados a Ciutadans nos vamos a convertir en los auténticos dueños de nuestro destino, con Ciudadano Ubú y la corriente zanahoria, o con quienes demuestren que merecen su confianza.

Ninguna otra alternativa, puede sustituir a la razón, y menos si se establece desde los acuerdos contra natura, entrelazando voluntades con la exclusiva finalidad de hacerse con el poder. Eso parece ser lo que persigue la corriente que se establece alrededor del Manifiesto por la Regeneración Democrática.

Eso es una pérdida de tiempo, o mejor dicho una forma que tienen los dirigentes de ganar tiempo para alcanzar el próximo congreso. El consenso sirve para llegar a acuerdos entre entidades formadas y consolidadas, no para formar una opción política mosaico, que nunca funcionará.

Más que líderes carismáticos, ahora lo que necesitamos en Ciutadans, son militantes comprometidos contra la mezquindad y el desasosiego; que los militantes se organicen en la defensa de sus auténticos intereses políticos, y que se representen a sí mismos, que no acepten que nadie les represente.

Ahora no se necesitan intermediarios, sino compromisarios. Que se dirima en el congreso el futuro de ciudadanos y no en los pasillos y las reuniones para notables, y ya emergerán los líderes cuando sean necesarios, a demanda de las exigencias de la realidad, y no de los intereses de los oportunistas.

Ciudadano Ubú
Uno más de la corriente zanahoria