jueves, 21 de junio de 2007

La putrefacción política

La política es un pudridero en el que lo que cuenta positivamente es la resistencia que uno ofrece a la irreversible descomposición.

Como ustedes saben todas las cosas que dependen de los seres vivos tienden a la putrefacción. Este uno de los pilares fundamentales en la filosofía daliniana. Por lo tanto no se inquieten si les digo que lo que se intenta con esta asociación es una resistencia al proceso putrefacto que nos invade.

Desde hace un tiempo España ha entrado en un proceso de descomposición pero sin duda tiene territorios mas putrefactos que otros. Este rincón del mediterráneo hace años que viene sufriendo el proceso de corrupción y es lógico que la propia lengua haya sido también victima de ello.

Por eso les hablo hoy en español porque sin estar libre de estas cuestiones, es una lengua mas oxigenada por el mestizaje con otras culturas lejanas. Pero para no quedar en abstracciones o metáforas voy analizar brevemente los motivos y las situaciones que a mi entender nos han llevado a ese estado de pestilencia.
La deriva de la situación política actual puede ser analizada como un momento de simple crispación entre las distintas fuerzas políticas especialmente entre los dos partidos mayoritarios. Esa es una lectura superficial, proveniente del interés de la propia clase política en acotar los límites del conflicto y no entrar en cuestiones fundamentales ni en los auténticos problemas de fondo. La realidad externa de la vida política del momento nos hace patente una voluntad de gritar más que el adversario para acallar los propios desenfrenos. Si la bronca fuera sobre cuestiones fundamentales solo estaríamos ante un problema de formas o de simple mala educación.

Pero lo que agrava el tema es que por encima de la bronca, el fondo de la cuestión no aflora, y este fondo son los grandes retos que tiene planteados España en los principios del Siglo XXI. Unos problemas, que diluidos por el ruido ambiental, que como automatismo crónico, se ha instalado en la vida publica, no llegan a figurar nunca en la agenda y en los temas de debate de las cuestiones mas esenciales que tenemos pendientes.

Es una huida hacia delante con un ánimo parecido a aquel que hizo acuñar un día la funesta frase “Que inventen ellos” En este sentido, no creo que estemos ante una situación de simple crispación sino que España esta afectada por una grave crisis de funcionamiento institucional, de sistema judicial, de concepción colectiva, de proyectos futuros, de rigor profesional y de empuje intelectual y cultural. Es una crisis cuyas dimensiones puede recordar antecedentes distantes como la del 98, pero sin sus librepensadores.
Los actuales, si existen, están casi todos comprados. Se repite hasta la saciedad el término crispación sobre algo de naturaleza completamente distinta como es la degradación. La degradación es un acto permanente en la naturaleza viva al que solo se puede hacer frente aceptando la existencia irreversible del fenómeno cuya erosión natural hay que contrarrestar con un esfuerzo constante de oxigenación.

El sistema político lejos de aplicar esta receta de sentido común ha hecho todo lo posible para permanecer en la putrefacción afianzando y blindando su propia estructura, a la que de esta forma, se la priva de oxigenación. Como consecuencia de este panorama, una parte sustancial de la ciudadanía se ha situado en el escepticismo total y lo que es mas grave, planteándose la necesidad del propio sistema democrático.

Sin embargo, la deriva de las formas éticas no es solo patrimonio de las altas instituciones sino que lamentablemente alcanza todos los estratos de la sociedad. Hay una perdida absoluta del valor de la realidad que afecta el juicio sobre cualquier actitud colectiva o personal. En definitiva, la realidad está transgredida constantemente por el embuste más descarado, o lo que es aun peor, disfrazado de razón filantrópica.

Obviamente, el mundo político tiene una responsabilidad mayor en el tema debido a que ha dejado de ejercer una función esencial de su cometido, como era la función ejemplarizadora. Decir esto hoy, provoca risa. Lejos de esta función, una autentica exención moral se ha instalado como dinámica cotidiana tomando apariencia de normalidad.
Hemos perdido todos el rigor moral. Es esta dejación de la ejemplaridad la que hace que el espectáculo más bochornoso, sea ahora el de nuestros dirigentes que precisamente, se apoyan en el espectáculo para desviarlo todo hacia el rifirrafe populista. El lenguaje ha sido corrompido de tal manera que todo se ha situado en el terreno de lo posible. Nada tiene un sentido inamovible y lo que sirve para la defensa de lo blanco mañana se utilizará como justificación de lo negro.

Esta perversión del lenguaje incide claramente en el nivel de confusión generalizada lo que provoca que el ciudadano no tenga referencias concretas ni sobre sus propias acciones. Eso sí, jamás habían sido utilizadas tantas palabras altisonantes y tantas veces por minuto. La solidaridad, el dialogo, la paz… Ciertamente, este manoseo impúdico de palabras se ha convertido en corruptor de los principios.
El espectáculo parlamentario, ha llegado a un grado tal de bajeza, que de no provocar funestas consecuencias podría considerarse un esperpento de cierta relevancia. Ver a nuestros representantes públicos utilizar los niveles mas zafios de expresión y convertir cualquier debate en ridículo juego de niños del “tu mas que yo” es un escándalo que debería mover a la ciudadanía a no votar un solo diputado de los que allí están escarneciendo uno de los pilares fundamentales de la democracia, como es el debate. El debate es ahora solo la excusa para destruir al adversario, buscando el cara a cara con el competidor para dejarlo noqueado y si fuera posible como en el 36, que se quede en una cuneta.
Este núcleo putrefacto, ha conseguido que finalmente el ciudadano quede desactivado y se sitúe al margen de cualquier acción publica, solo se deja manosear por el político, para ser llevado como carne de cañón en sus distintas manifestaciones. En última instancia, ese ciudadano acaba siendo un colaboracionista en el exhibicionismo político, por acción y por omisión y por lo tanto queda igualmente infectado por la epidemia.

Como consecuencia de tales inhibiciones cívicas, la política se puede introducir impunemente en todos los recodos de la sociedad con la conformidad y el vergonzoso silencio de la ciudadanía. Ahora son la hamburguesas, otro día volveremos con el vino, mañana los toros, después la memoria histórica, en el futuro la ocupación reglamentada de la propiedad ajena, etc. Con la excusa de la protección del prójimo, el puritanismo se ha instalado en nuestro entorno administrativo y trata al ciudadano como un enfermo de infantilismo.

La política se toma unas atribuciones que vulneran constantemente la libertad individual. Hoy el desmadre sectario nos viene de la izquierda de la misma manera que mañana lo hará la derecha. Concebir la ideología exclusivamente como "un determinado sistema de creencias al servicio de unos determinados intereses" es lo que actualmente nos hace afirmar la absurdidad de los términos izquierda y derecha. No es que estén superados es que están pervertidos.

La izquierda se ha lanzado al principio insolidario del nacionalismo, de la escandalosa exhibición filantrópica, del encumbramiento de la mayor impostura inventada en los últimos decenios como es la progresía y de una insensata actitud con los asesinos y sus defensores.
Pero de nuestra derecha no se puede decir nada mejor… El PP se esfuerza en heredar una genética decimonónica que impregna todas sus acciones. No consigue desprenderse de los ancestros y eso hace que cargue con gran número de cerriles primates. Este lastre, lo conduce a unas inclinaciones confesionales nada acordes con el mundo moderno y a situarse, por sistema, en el inmovilismo como su seña de identidad. Cualquier innovación en el terreno científico, ideológico o cultural dispara las alarmas de la calle Génova y les sirve para dar sentido a su política.

La única cosa por la que puedo hoy sentirme unido a los inductores de tanto despropósito es por la actitud intolerable que la izquierda y concretamente el Gobierno ha tomado con un partido de la oposición como es el caso del PP. La contaminación general provocada por esta crisis se ha extendido sobre estamentos tan esenciales para el funcionamiento del Estado como la justicia.

Con el fin de organizar este afán de mantenimiento vitalicio en el poder, ha sido necesario pervertir la independencia judicial, y para ello, los partidos se han lanzado a obtener cofrades en el propio seno de los organismos judiciales, intentando así desactivar cualquier control legal exigido por el adversario. Las especulaciones contables sobre jueces progresistas o conservadores en el tribunal constitucional son una parodia del estado de derecho, que como consecuencia inmediata, irradian sobre el ciudadano una inseguridad total ante la ley. Pero el ciudadano sigue más callado que nunca porque está en descomposición.

El aciago panorama institucional que nos rodea tiene su expresión máxima de la ignominia en los medios de comunicación. El embuste por ignorancia o la mentira como estrategia comercial, es hoy el lenguaje corriente de los medios. Es un mundo encerrado en sus propios intereses que acaba copiándose a si mismo y luchando contra el competidor como objetivo esencial. Los medios crean el problema, enfrentan a los contendientes y juzgan a los culpables. Si alguien tiene razón y representa la verdad, la forma como se manipulará esta realidad quedará ennegrecida en el magma de los viles intereses mediáticos.

Este panorama, me hace afirmar que lo peor que a uno puede pasarle hoy, es tener razón. Será una victima propicia de los medios, dedicados de manera sistemática, a la desactivación de toda controversia rigurosa mientras promueven el reinado del espectáculo como incitación comercial. Y solo como ejemplo, la sumisión al régimen, demostrada por los medios de comunicación catalanes en su casi totalidad, es de los capítulos mas vergonzosos del periodismo de este país. Ni el vil acatamiento de la prensa en el franquismo tiene parangón con este vasallaje corrupto y de consecuencias tan nefastas para la ciudadanía.

Siguiendo ya en el contexto catalán, estos medios han hinchado lo que no debía ser más que folklore o rivalidad deportiva. El nacionalismo no tenía porque resurgir después de la Constitución del 78. La pugna Madrid-Barça, debería haber catalizado de forma suficiente los antagonismos y los bajos sentimientos de nuestra comunidad sin necesidad de salir del juego catártico o revanchista del duelo deportivo. No ha sido así. Los medios han incentivado el afán de poder y protagonismo de los políticos regionales. Este afán, se ha convertido en una patología insaciable, lo que causa, entre los ciudadanos, una idea absolutamente inflacionada de su importancia personal y social.

En el terreno puramente tribal, el mercenario Ronaldinho debería ser mucho mas relevante que Carod Rovira, y de momento es todo lo contrario. Esta situación se ha exportado al conjunto de España por medio del gobierno actual. El nacionalismo es hoy decisivo en las acciones del Estado. El peso de los nacionalismos depende fundamentalmente de que no tienen que comprometerse con el interés general del estado. No tienen que responder ante todos los electores, pero juegan con los intereses de todos. Es como si tú dices, ustedes pidan, que pagan otros. Seguro que ganas.

En este sentido hay que intentar recomponer la situación y devolver a la imagen política sólo lo que le corresponde. Bajo este prisma, una de las primeras cosas a intentar es recuperar el debate para los ciudadanos y colocar a los políticos en unos ámbitos menos espectaculares y más administrativos. Lo esencial es que la realidad tome el protagonismo porque en ese estado de ficción la deriva será cada vez mayor.

Debemos encontrar unos principios comunes, a ser posible pocos. Incluso una pareja, establece para su estabilidad y continuidad unas mínimas convenciones. Podemos pensar simplemente en las pocas cosas que unen a los franceses o a los ingleses. Entre nosotros es necesario recomponer estas convenciones cuya solidez la garantice precisamente el acatamiento general. Plantearnos el modelo de España durante más de un siglo es de una pesadez rayando el delito. Acaba siendo un río revuelto para ganancia de impostores.

España puede ser lo que queramos. Lo que sea, pero ya. Y después, por ley, unos años sin hablar mas del asunto. Mientras mareamos la perdiz con este tema recurrente, perdemos los carros esenciales para transitar por el siglo XXI. Hay que crear unos núcleos de ciudadanos inconformistas con este panorama, que de forma libre, y cuando quiero decir libre, es sin ataduras ni servidumbres políticas, traten de perfilar desde una nueva óptica, temas esenciales de fondo como la educación, la investigación o la cultura, que son fundamentales para sostener la estructura de un país moderno y que lamentablemente, no tienen hoy ninguna relevancia en el debate político.
Estas son algunas de las razones que justifican la creación de esta asociación y si es posible muchas otras que promuevan una cierta resistencia a la degradación política actual. De momento hemos conseguido abrir una grieta en un parlamento, ahora es necesario reforzar contenidos que ayuden resquebrajar un sistema y oxigenar la putrefacción. Esta debe ser una asociación de incorruptos mas incorruptos aun que el brazo de Santa Teresa.
Albert Boadella

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